Qué
bonita que es la soledad a veces. Cuando te quedas en una habitación
de hotel sentada pensativamente en uno de los rojizos sillones
aterciopelados. Encoges las piernas y las abrazas contra tu pecho
mientras miras al infinito y tu mente intenta concentrarse en algún
tipo de pensamiento pero sólo consigue quedarse en blanco. Ese
silencio que te envuelve sólo es roto por el sonido amortiguado de
los pasos rápidos por el pasillo enmoquetado, y esto te recuerda que
sigue habiendo vida a tu alrededor.
29-12-2012
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